MÍ
RELACIÓN ACADÉMICA CON COLOMBIA:
MENSAJE
DESDE MONTREAL CANADÁ
Por
Mario Bunge
Investidura
Doctor Honoris Causa
Universidad
del Valle
Santiago
de Cali, Colombia
25
de abril de 2015
Me da mucho gusto
obtener un Doctorado Honoris Causa de la Universidad del Valle, de Cali. Lamento
no poder viajar por motivos de salud. He ido tres veces a Colombia, mejor dicho
a Bogotá, y las tres veces he vuelto encantado por tres motivos: primero, porque es el único país
latinoamericano donde se habla buen castellano, donde se respeta la lengua, es
uno de los grandes legados que tenemos; el segundo, porque los colombianos
tienen merecida fama de ser muy atentos y bien educados, a diferencia de
nosotros los porteños, los argentinos, que solemos ser groseros y en todo caso
no tenemos los buenos modales de los colombianos; y en tercer lugar, porque
Colombia tiene la suerte de tener a COLCIENCIAS, que en otras partes se llama CONICET,
Consejo Nacional de Ciencias y Tecnologías.
La gente de COLCIENCIAS, con quien yo he tratado, me ha parecido muy
razonable, muy emprendedora y progresista. Ante todo, saben que hay una
diferencia muy grande entre la ciencia y la tecnología, en nuestros países hay
que desarrollar ambas; ambas están muy atrasadas.
En todo el imperio colonial español las ciencias y las técnicas eran despreciables. Pero COLCIENCIAS no solamente impulsa las ciencias básicas, en donde se trabaja por curiosidad, sino también las técnicas. Tiene el famoso instituto de investigaciones tecnológicas, que ha hecho innovaciones interesantes, que se llama Las Gaviotas, tiene fama en todos los países de América latina.
En todo el imperio colonial español las ciencias y las técnicas eran despreciables. Pero COLCIENCIAS no solamente impulsa las ciencias básicas, en donde se trabaja por curiosidad, sino también las técnicas. Tiene el famoso instituto de investigaciones tecnológicas, que ha hecho innovaciones interesantes, que se llama Las Gaviotas, tiene fama en todos los países de América latina.
Recuerdo una innovación
que se hizo en Las Gaviotas, es un dínamo
que funciona con saltos de agua de apenas un metro de altura, es una novedad. Es
el único país del mundo, creo, donde hay tales dínamos que dan luz y fuerza a
una pequeña finca de modo que se puede ver de noche y se puede accionar pequeños
aparatos eléctricos. Ese es uno de los tantos logros de COLCIENCIAS. Otro logro
es que ha importado investigaciones de punta, lo que es muy difícil en nuestros
países debido a esa tradición bárbara, premoderna, que quiere hacer creer que
las únicas profesiones dignas, que son ejercidas o no, son las no manuales; es
decir, nada de talleres, nada de laboratorios. Y COLCIENCIAS ha intentado
superar ese atraso y lo ha logrado en alguna medida, pero todavía falta mucho
por hacer. Sobretodo hay que convencer a la gente, y no solamente a los
dirigentes sino también al público, de que el desarrollo científico y técnico
es parte del desarrollo de una nación moderna.
Que una nación sin ciencia ni técnica es bárbara, no es una nación
moderna, completamente al margen de la modernidad; y, para peor, han aparecido,
en el curso de los últimos años, los posmodernistas, los posmodernos, que son
contrarios a la ciencia y a la técnica. Simplemente porque son mundos modernos,
odian la precisión, odian la claridad, elogian al sensacionalismo, a la
fenomenología y a las seudofilosofías oscurantistas.
En todo caso, COLCIENCIAS
hace lo que puede, pero lo que puede no es mucho porque, justamente, hay que
vencer esa tradición bárbara y no es muy fácil porque hay que empezar por la
escuela primaria, hay que empezar por enseñar ciencias bien, desde la escuela
primaria, donde hay que instalar laboratorios y talleres. En lugar de enseñar
tanta historia y tanta geografía, como hacían con nosotros en Argentina, en mi
patria, habría que enseñar a los chicos a coser, a cocinar, a hacer trabajo de
carpintería, hacer arreglos en la casa, arreglos de albañilería, de
carpintería, de electricidad, etc. Habría que modernizar, en una palabra. En
eso los norteamericanos son muy buenos. En cada casa con garaje, en Estados
Unidos, dedican el garaje a un pequeño taller donde la gente, muchachos y
adultos, hacen trabajos manuales, saben manejar las manos.
He tenido la suerte de
tener relaciones muy estrechas con dos científicos colombianos: uno, el
psicólogo [Rubén] Ardila,
es un psicólogo muy activo, fundador de la revista latinoamericana de
psicología; y el otro es un neurocientífico, el doctor Rodolfo Llinás. Ambos estudiaron en Colombia, pero Llinás,
además, ha sido profesor, y es profesor, en los Estados Unidos. Nos hemos peleado,
amistosamente, por algo muy importante que es el cerebro. Rodolfo Llinás cree que el cerebro es una
máquina, tanto es así que yo le puse el mote máquina y él no se enojó, tendría que haberse enojado, tendría que
haberme dicho: yo no soy una máquina, yo tengo libre albedrio que me permite algo
que yo quiero, soy creador, no soy una máquina, no funciono con programas que
me enchufan. Pero no, él cree que realmente nuestro cerebro son computadores. En
todo caso, con él es muy fácil discutir en forma amable porque tiene esa
cortesía tan colombiana.
Es un hombre muy
notable que vale la pena conocer, por ejemplo es aviador, esquiador, maneja muy
bien su iphone, es una persona de conversación muy interesante. Ardila es otra
persona muy cordial, muy afectuosa, muy simpática. Ardila no cree que nuestro
cerebro sea una computadora, simplemente no le interesa el cerebro. Es un
conductista que cree que todo lo que hacemos son respuestas a estímulos
exteriores. Desde luego, estoy completamente en desacuerdo con esa visión que
me parece totalmente anticuada. El cerebro tiene actividad propia, lo sabe
cualquiera que se pone a dormir y sueña. El cerebro sigue funcionando aun
cuando no reciba estímulos exteriores.
En todo caso, en
Colombia hay voces. Ah!, también estaba el doctor Carlo Federici. El doctor
Federici, matemático, tuvo que irse de Italia cuando surgió
el fascismo porque él se dedicaba a la lógica matemática. Los fascistas
habían puesto como ministro de educación y ciencia a Giovanni Gentile, un
filósofo hegeliano, que como buen hegeliano odiaba las matemáticas, y en particular
la lógica matemática. Obviamente, el que sabe de lógica matemática se ríe de los
disparates de Hegel. En todo caso, Federici
quedó varado en Colombia, donde hizo escala, muy respetado. Pero se necesitaba
dar cursos, cuando él llegó a Colombia no había gente que quisiera estudiar
matemáticas, que quisiera hacer doctorado, tesis, en matemáticas. Después las
cosas cambiaron. En todo caso, Federici era una persona muy progresista, muy
emprendedora que llegó a Colombia a una rama dura, pero daba muchos cursos y
estimulaba a la gente.
Una vez, estando en
Bogotá, me invitaron a una reunión con el director de COLCIENCIAS, Fernando
Chaparro, un hombre muy extraordinario, muy dinámico. Chaparro había convocado
a una cantidad de científicos, no filósofos, y les propuso que organizaran la Sociedad colombiana de filosofía de la
ciencia para alentar el estudio de las ciencias y, en particular, la
filosofía y la historia de las ciencias. Entonces, ahí mismo armamos el esqueleto
de la sociedad colombiana de filosofía de la ciencia o epistemología. Estaba
también el doctor Fernando Rosa y Federici, ellos fueron los principales
impulsores. Me invitaron a dar una conferencia en la Academia de Medicina, recuerdo,
un domingo por la mañana; la biblioteca, por cierto, era chica pero hermosa, el
local estaba lleno de gente joven. Se trataba de los grandes aportes de la
neurociencia a la tecnología y al final, desde el fondo, oigo que me gritan:
Mario, ¿qué es el amor? Me tomó completamente desprevenido. En aquella época a veces
les interesaba el amor, decían que les interesaba el sexo, pero no sabían absolutamente
nada ni sobre el amor ni sobre el sexo. Pero cuando éramos jóvenes leíamos las
obras de Freud creyendo que eran manuales de sexología. En todo caso, me tomó
desprevenido, pero recordé que hacía poco, como explicó una norteamericana, que
había sido la primera en estudiar experimentalmente el amor en monos: el amor
materno, el amor filial, el sentimiento del amor. Tema, como digo, muy
descuidado, a pesar de que somos movidos en gran parte por amores y por odios.
En todo caso, me causó una buenísima impresión que la gente tuviera la
curiosidad. Un saludo a todos los alumnos a quienes he dictado cursos en la
Javeriana, en universidades de Colombia y en otros lugares de Bogotá. En fin, con
esto termino y les agradezco, nuevamente, el honor que me hacen al doctorarme.
Naturalmente, con ese doctorado no van a poder alargarme la vida, pero lo
acepto con gratitud, como muestra de afecto y de aprecio. Es el número 21,
tengo 21 doctorados Ad honorem, con eso me basta. Entonces,
hasta la próxima.
No hay comentarios:
Publicar un comentario